¿Cómo reconocer la motivación y el compromiso de los estudiantes?

La mayoría de las personas que han estado al frente de una clase estarán de acuerdo en que contar con un grupo de estudiantes motivados y comprometidos puede marcar una gran diferencia. Lo más probable es que las clases que recuerde con más cariño sean aquellas en las que estaba muy comprometido, participaba mucho y estaba muy motivado. Puede que ya haya oído hablar de diferentes estrategias para implicar y motivar a los estudiantes, pero puede que se haya preguntado ¿cuándo están motivados los estudiantes? ¿Cómo reconocer la motivación y el compromiso de los alumnos?

Empecemos por definir qué es la motivación del alumno. La motivación es la inversión personal que un individuo hace para alcanzar un resultado deseado1. Desempeña un papel fundamental a la hora de orientar la dirección, la intensidad, la persistencia y la calidad de los comportamientos de aprendizaje de los alumnos. Cuando encuentran un valor positivo en un objetivo o actividad de aprendizaje, esperan alcanzar con éxito un resultado de aprendizaje deseado y perciben el apoyo de su entorno, es probable que estén muy motivados para aprender. A medida que los estudiantes avanzan en su educación (de primaria a terciaria), adquieren mayor autonomía sobre qué, cuándo y cómo estudian y aprenden. Los estudiantes motivados tienen rasgos comunes: son autoeficaces, lo que significa que creen que pueden tener éxito, encuentran valor en el material del curso y se sienten acompañados en su entorno de aprendizaje.2

Además, podemos entender el compromiso como la participación significativa del estudiante en todo el entorno de aprendizaje, incluidos el plan de estudios, los adultos, los compañeros y la comunidad. Consideraremos tres dimensiones que comprenden el compromiso del estudiante: compromiso conductual, compromiso emocional y compromiso cognitivo. Para que un estudiante esté plenamente comprometido, deben cumplirse las tres dimensiones del compromiso. Afortunadamente, los educadores pueden influir positivamente en todas ellas.

El compromiso conductual se refiere a la participación de los alumnos en clase, incluidos los niveles de asistencia y concentración. También se refiere a la participación de los estudiantes en los componentes sociales del aprendizaje, como los comentarios de los compañeros o la resolución de problemas con ellos.

 

Por otra parte, el compromiso emocional se refiere a cómo se sienten los estudiantes respecto a la materia o el contenido que están aprendiendo y estudiando. Esto incluye cómo valoran los estudiantes tanto lo que están aprendiendo como la forma en que lo están haciendo. También comprende cómo se sienten los estudiantes con respecto a sus educadores y compañeros, sus experiencias de aprendizaje en general y el valor de lo que están aprendiendo.


Por último, el compromiso cognitivo se refiere a la medida en que los estudiantes se hacen cargo de su propio aprendizaje y a su compromiso con su propia educación. El compromiso cognitivo también incluye la capacidad del alumno para autorregularse y esforzarse por alcanzar objetivos personales en la educación.

Aumentar la motivación de los estudiantes puede crear un bucle de retroalimentación positiva que facilite su éxito futuro. Una vez que los estudiantes están motivados, es más probable que tengan un compromiso positivo. Un compromiso positivo significa que los estudiantes pueden utilizar activamente estrategias para comprender el contenido, resolver problemas, pensar críticamente y utilizar la información de forma productiva3. Esto crea un efecto circular en el sentido de que los estudiantes que obtienen buenos resultados tienen más probabilidades de comprometerse positivamente en el futuro. Cuando los estudiantes perciben una correlación positiva entre su esfuerzo y su éxito, es más probable que persistan y mantengan su compromiso.

Bibliografía:

  1. Maehr, M. L., & Meyer, H. A. (1997). Understanding motivation and schooling: Where we’ve been, where we are, and where we need to go. Educational Psychology Review, (4), 371-409. http://dx.doi.org/10.1023/A:1024750807365
  2. Svinicki, M., & McKeachie, W. (2013). McKeachie’s teaching tips: Strategies, research, and theory for college and university teachers (14th ed.). Cengage Learning.
  3. Fredricks, J. A., Blumenfeld, P. C., & Paris, A. H. (2004). School engagement: Potential of the concept, state of the evidence. Review of Educational Research, 74(1), 59-109. https://doi.org/10.3102/00346543074001059

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