Mentalidad de los estudiantes eficaces

Recuerde cuando era estudiante. ¿Hubo alguna asignatura que le fuera especialmente difícil? ¿Le hacía sentir que nunca entendería el tema? ¿Qué pensamientos y sentimientos experimentó durante las clases o durante un examen? Está ampliamente documentado que las creencias de un alumno sobre sus propias capacidades pueden evocar emociones que, en última instancia, pueden repercutir e influir en su éxito en el aula. La mentalidad de los alumnos y sus creencias o percepciones sobre la inteligencia y la capacidad afectan a sus funciones cognitivas y a su aprendizaje.1,2 Por ejemplo, mientras que muchos estudiantes superan los obstáculos con un interés inherente por el desafío, otros ven los retos y contratiempos como amenazas personales y hacen todo lo posible por alejarse de esta incomodidad. Aunque puede ser difícil controlar a un estudiante desmotivado, no es difícil entender por qué un estudiante que ha experimentado fracasos constantes se sentiría así hacia el aprendizaje. Es posible que ya haya oído hablar de la mentalidad de crecimiento, pero la investigación ha identificado cuatro mentalidades clave para los estudiantes. 3
  • Mentalidad de Crecimiento: creencia de que la inteligencia es maleable y el esfuerzo conducirá a una mayor competencia.
  • Mentalidad de Pertenencia: creencia de que uno pertenece a la escuela.
  • Mentalidad de propósito y relevancia: creencia en el valor del trabajo.
  • Sentimiento de autoeficacia y capacidad para tener éxito.
Mentalidad de Crecimiento
Los estudiantes con una Mentalidad de Crecimiento creen que la inteligencia es maleable y que pueden mejorar sus habilidades con esfuerzo, probando nuevas estrategias y buscando ayuda. Por el contrario, los estudiantes con una mentalidad fija creen que la inteligencia se determina al nacer y no puede desarrollarse. Los estudiantes que tienen una mentalidad de crecimiento se centran en los objetivos de aprendizaje, están más dispuestos a asumir retos y se recuperan más fácilmente de las reacciones negativas y los fracasos que los estudiantes con una mentalidad fija.3 Pero quizá se pregunte: ¿Puede cambiarse una mentalidad? ¿Puede enseñarse una mentalidad de crecimiento? ¿Pueden los alumnos con una mentalidad fija desarrollar una mentalidad de crecimiento? La respuesta a todas estas preguntas es sí. Sólo hay que saber cómo hacerlo. La investigación sobre las intervenciones de mentalidad de crecimiento ha revelado que es fácil aplicarlas mal. En algunos casos, una mala aplicación ha llevado a los educadores a tener una “falsa mentalidad de crecimiento” en la que simplemente equiparaban el esfuerzo con una mentalidad de crecimiento. El resultado era que los educadores alababan el esfuerzo incluso cuando éste era ineficaz.1 Por otra parte, en un amplio estudio de 7.686 estudiantes de una universidad pública, una intervención sobre la mentalidad de crecimiento redujo la diferencia de rendimiento en el promedio entre los estudiantes blancos y latinos de primer año en un 72%.4 La clave aquí es enseñar a los educadores cómo cambiar y fomentar adecuadamente la mentalidad de un estudiante. El aliado más poderoso para una mentalidad de crecimiento es equipar a un estudiante para que tenga éxito en el aprendizaje, lo que implica aprender a aprender eficazmente. En concreto, los alumnos necesitan estrategias y orientación para poder avanzar hacia sus objetivos. Entonces, ¿cómo se puede cambiar la mentalidad de un alumno? Hay muchos consejos fáciles y aplicables, pero algunos de ellos incluyen transmitir a los alumnos que el rendimiento puede mejorar con un esfuerzo añadido o el uso de diferentes estrategias.
Mentalidad de Pertenencia
La mentalidad de pertenencia difiere de la mentalidad de crecimiento porque es un subproducto del entorno escolar y del aula, en lugar de una habilidad que hay que desarrollar. Es importante para la enseñanza en el aula porque los alumnos con una mentalidad de pertenencia son capaces de ser ellos mismos. Como resultado, sienten que encajan y confían tanto en sus profesores como en sus compañeros. Esto significa que su energía cognitiva está disponible para el aprendizaje, dado que la atención ya no está bifurcada entre lo académico y la amenaza social, sino que se centra principalmente en la tarea que tienen entre manos. Quienes que tienen una mentalidad de pertenencia son receptivos a la retroalimentación y propensos a persistir ante un reto. Por el contrario, las preocupaciones repetidas sobre la pertenencia o la falta de ella pueden provocar un distanciamiento de un entorno concreto, como la escuela. Los estudios han demostrado que los estudiantes que declaran tener un fuerte sentimiento de pertenencia obtienen mejores resultados académicos. Por ejemplo, en un estudio en el que se encuestó a más de medio millón de alumnos de mil centros escolares, se descubrió que los alumnos que manifestaban un alto sentimiento de pertenencia obtenían mejores resultados en los exámenes estandarizados, asistían a clase con regularidad y sufrían un mínimo de incidentes disciplinarios.5 Es importante señalar que las políticas, prácticas y normas de la escuela desempeñan un papel sustancial en la formación de la mentalidad de pertenencia de un estudiante. Sin embargo, un solo educador puede tener un profundo impacto dentro y fuera de su aula. Una vez más, hay muchas formas en que los educadores pueden crear un clima en el aula que fomente la pertenencia. Algunas de ellas son: promover la inclusión examinando las prácticas desde el punto de vista de la equidad y buscar formas sencillas de señalar la pertenencia, como el contacto visual adecuado y la pronunciación correcta de los nombres de los alumnos.
Mentalidad de propósito y relevancia
Durante nuestros años de estudiantes lo más probable es que nos hayamos preguntado “¿Cuándo voy a usar esto?”. Puede que incluso más veces de las que nos gustaría admitir. Los educadores que promueven una mentalidad de propósito y relevancia abordan esta pregunta, pero dejan que los propios alumnos den una respuesta. La mentalidad de propósito y relevancia indica que los estudiantes que son capaces de identificar el propósito del trabajo escolar, incluida su relevancia para la vida más allá de las paredes del edificio escolar, son más propensos a comprometerse con el material, perseverar a través de tareas monótonas y hacer caso omiso de las distracciones.  Esto plantea una pregunta: ¿En qué encuentran propósito los estudiantes? Una posible respuesta, aunque no la única, es la relevancia. En consecuencia, podemos pensar en dos posibles tipos de tareas. En primer lugar, tenemos las tareas que se cree que lo benefician a uno mismo. El otro tipo son las tareas que tienen un impacto positivo en la vida de los demás o en un desafío al que se enfrenta el mundo actual. Cualquiera de los dos tipos de tareas ayudará a fomentar la mentalidad de propósito del estudiante.

Bibliografía:

  1. Dweck, C. S. (2008). Mindsets and math/science achievement. Carnegie Corp. of New York–Institute for Advanced Study Commission on Mathematics and Science Education.
  2. American Psychological Association (2015). Top 20 principles from psychology for preK–12 teaching and learning. http://www.apa.org/ed/schools/cpse/top-twenty-principles.pdf
  3. Darling-Hammond, L., & Cook-Harvey, C. M. (2018). Educating the whole child: Improving school climate to support student success. Learning Policy Institute.
  4. Broda, M., Yun, J., Schneider, B., Yeager, D. S., Walton, G. M., & Diemer, M. (2018). Reducing inequality in academic success for incoming college students: A randomized trial of growth mindset and belonging interventions. Journal of Research on Educational Effectiveness, 11(3), 317-338.)
  5. Hennessey, J. (2018). Mindsets and the learning environment: Understanding the impact of “psychologically wise” classroom practices on student achievement. Mindset Scholars Network, 1-4.)
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