...el volumen de información al que estamos expuestos cada día es casi 200 veces mayor al que estábamos expuestos hace 20 años.
En nuestra vida diaria procesamos millones de bits de información. Sin embargo, nuestro cerebro sólo puede filtrar y seleccionar unos 2.000 bits de información por segundo. Esto significa que la mayor parte de lo que percibimos nunca pasa este filtro. Sin embargo, como educadores, necesitamos que nuestra información sea seleccionada por los alumnos.
Sin embargo, frente a todos los estímulos que compiten por la atención de los estudiantes, los educadores se encuentran en una batalla desigual. Uno de sus adversarios más duros parece ser la tecnología. Gracias a nuestro mundo interconectado e impulsado por la tecnología, el volumen de información al que estamos expuestos cada día es casi 200 veces mayor al que estábamos expuestos hace 20 años.1 Con los teléfonos celulares, las tablets y los videojuegos, los estudiantes están rodeados de tecnología, pero la pregunta sigue siendo: ¿está afectando la tecnología a la atención de los estudiantes? ¿Esta “sobrecarga de información” afecta negativamente a la atención? ¿Se está achicando la capacidad atencional?
Muchas investigaciones sugieren que la tecnología reduce nuestra atención, sobre todo si cambiamos rápidamente de una actividad a otra2, 3, 4. Las redes sociales y los videojuegos alimentan constantemente nuestra Atención Dividida, lo que puede ser un obstáculo a la hora de estudiar y aprender. Este tipo de tecnología está diseñada para cautivarnos basándose en la ciencia de la adicción, que es eficaz pero distinta del aprendizaje. Aunque el interés es necesario y deseable en el trabajo y cuando estamos aprendiendo (escuela), no significa necesariamente que diseñando la enseñanza en torno a la ciencia de la adicción vayamos a fomentar el aprendizaje o la productividad. Este enfoque no tiene nada que ver con el aprendizaje y, de hecho, debilita nuestra capacidad de atención.4, 5
Además, la tecnología puede reducir nuestra atención sostenida (esencial para el aprendizaje) si cambiamos rápidamente entre actividades que provocan continuamente la liberación de dopamina, algo habitual en los videojuegos y demasiado común cuando los estudiantes “estudian” mientras envían mensajes de texto y escuchan música2. La dopamina es un neurotransmisor que mantiene nuestro estado de alerta señalando la novedad (que también induce placer). Cada vez es más frecuente que los estudiantes esperen y prefieran la gratificación en lugar del esfuerzo sostenido que suele asociarse al aprendizaje. Como resultado, los estudiantes pueden convertirse en perseguidores pasivos de dopamina. Se sienten agotados y deprimidos y acaban esperando que las escuelas imiten a los videojuegos y a las redes sociales. Algunas empresas EdTech (tecnología aplicada a la educación) se aprovechan de esta vulnerabilidad utilizando lo que funciona para “atraer” a los niños en el entorno del aula con el fin de “resolver” el problema del compromiso. Esto no conduce necesariamente al aprendizaje, aunque sí consiga fomentar el compromiso.
¿Entonces qué se puede hacer? ¿Debemos desterrar la tecnología de las escuelas? ¿Deben rendirse los educadores en lo que parece ser una causa perdida? Para nada. La tecnología puede ser una gran aliada si sabemos utilizarla, y la atención puede mejorarse con la formación adecuada. Es más, algunos tipos de atención son muy importantes cuando los alumnos intentan aprender. La clave está en averiguar cómo apoyarlos y entrenarlos. Al fin y al cabo, une se convierte en lo que ensaya.
Bibliografía:
Aprenda estrategias basadas en evidencia para aumentar el compromiso y la motivación de los estudiantes en el aula. Descubra estrategias basadas en evidencia para mejorar la capacidad de los estudiantes de almacenar y recuperar información de la memoria
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